domingo, 10 de febrero de 2013

Y dale con la religión.




Pero, vamos a ver, hombres de Dios, ¿quién les ha dicho a ustedes que sus hijos no van a tener formación religiosa en la escuela? Si es que hay ciertas afirmaciones que son insostenibles, por muchas montañas que mueva su fe. A estas alturas del siglo, resulta agotador tener que volver a recordar que, dado que nuestra cultura tiene una base grecolatina y judeocristiana evidentes, es imposible para cualquier profesor de Humanidades explicar nada sin hacer referencias a la formación religiosa. ¿Cómo puede explicar un profesor de arte cómo y por qué se levantó el edificio más importante que hay en cada capital? Si no se sabe nada de San Pedro, ¿cómo puede comentar un estudiante un cuadro de un anciano con llaves en la mano? ¿O cómo explicar las filigranas decorativas de la Alhambra sin saber de la prohibición islámica de representar la figura humana? Algunas mentes bienpensantes acaso ignoran que en tiempos remotos el Cristianismo fue revolucionario y actuó contra el Estado. Su igualitarismo para con los esclavos minó las bases económicas del Imperio Romano y colaboró a su derrumbe.
Y ejemplos así hay hasta el infinito.
Ahora bien, lo que no pueden pretender algunos es que los institutos sean madrasas donde impartir catequesis católica o que su catequesis valga puntos para entrar en la Universidad de un Estado aconfesional.
Para la catequesis están las mamás, las abuelitas y desde luego los catequistas, que es con quienes aprendimos lo que creíamos esta panda de actuales descreídos de mi generación. Por cierto, a ver si se ponen las pilas los catequistas, porque hace poco me dijo una criatura de 2º de Bachiller, comulgada y confirmada, que la Santísima Trinidad eran el Padre, la Madre y el Espíritu Santo. ¿Influencia de las nuevas formas de matrimonio?
Pero no se asusten, nuestras abuelitas hicieron una buena labor; aunque descreídos, no somos malas personas ni seres degenerados y, en cuanto a vicios, en fin, cada vez menos, ya ven, así que sus hijos están en buenas manos.
Porque otra cosa que la intolerancia latente de algunos no entiende es que, más allá del catolicismo practicante, existe una moral y existe una ética, que el resto de los mortales también tenemos (buenos) principios y sabemos sostener y transmitir buenos valores: la libertad de pensamiento, la justicia social, el respeto al otro, la solidaridad. Que ser buen ciudadano no es ninguna memez y que no existe la verdad absoluta, y mucho menos la revelada. Palabrita de niño Jesús.



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