domingo, 10 de febrero de 2013

El padre de Alipio.




Miren ustedes que no es por quejarnos, no, pero los profesores de sus hijos nos sentimos a veces bastante solos, luchando contra todos los elementos, porque estarán de acuerdo conmigo en cómo vienen estas criaturas. Nos piden que les enseñemos informática y lengua, inglés y matemáticas... y educación vial y educación sexual y educación para la ciudadanía... Por no hablar de los valores que se supone que debemos transmitir, tolerancia, solidaridad, etc., etc., justo lo que se ve cada día por la calle y en la televisión. Cuando aquel general superlativo de infausta memoria hablaba de la “reserva espiritual de Occidente” debía de referirse a nosotros, porque nuestros anticuados valores no son los del mundo mundial. Y, claro, ustedes están tan cansados porque trabajan los dos que, después de haber colocado al nene con los abuelos, o en extraescolares o en clases particulares, poco tiempo les queda para revisar sus deberes o sus progresos en la escuela. Todos recurrimos a la tele para lograr un respiro al caer el día. Según las encuestas, sus hijos pasan delante de la tele 21 horas semanales, nosotros nos ocupamos de ellos 30 a la semana. Pero no está aquí el problema, dado que los valores de Tele5 y los nuestros son obviamente los mismos. Dando por perdida desgraciadamente la guerra de los medios, nuestra soledad es cada vez mayor porque con frecuencia tampoco contamos con el apoyo de las familias. Ya, ya sé que no es su caso, pero cada día tenemos más alumnos con malas notas, pero con móvil, con “Play-station”, con Nike, con una moto por aprobar ¡2 asignaturas! Uno de ellos era Alipio. Imaginen la escena: un instituto en la cuenca minera asturiana, hace unos cursos, una criatura que, después de las clases, se paseaba en moto patio arriba, patio abajo, desesperando al jefe de estudios. “Alipio, que no entres en moto”, “Alipio, que vas a pillar a los chicos que juegan en las canchas...”. Trabajaba una tarde todavía en su despacho el jefe de estudios cuando vio entrar como una bala a Alipio por la puerta abierta y pensó “esta vez te vas a enterar”. De la que salía a cerrar la puerta de la verja, vio entrar a otra moto a toda pastilla. Cerró la puerta para pillar a los dos energúmenos y, cuando se acercó a abroncarlos, ¿a quién creen que se encontró? ¡Al padre de Alipio que le perseguía con otra moto entre medias de los críos que jugaban en el patio! Esto pasó hace tiempo, pero, sin argumento posible, hoy el jefe de estudios habría dicho eso de “¡hombre, un poquito de por favor!”.



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