Miren
ustedes que no es por quejarnos, no, pero los profesores de sus hijos nos
sentimos a veces bastante solos, luchando contra todos los elementos, porque
estarán de acuerdo conmigo en cómo vienen estas criaturas. Nos piden que les enseñemos
informática y lengua, inglés y matemáticas... y educación vial y educación
sexual y educación para la ciudadanía... Por no hablar de los valores que se
supone que debemos transmitir, tolerancia, solidaridad, etc., etc., justo lo
que se ve cada día por la calle y en la televisión. Cuando aquel general
superlativo de infausta memoria hablaba de la “reserva espiritual de Occidente”
debía de referirse a nosotros, porque nuestros anticuados valores no son los
del mundo mundial. Y, claro, ustedes están tan cansados porque trabajan los dos
que, después de haber colocado al nene con los abuelos, o en extraescolares o
en clases particulares, poco tiempo les queda para revisar sus deberes o sus
progresos en la escuela. Todos recurrimos a la tele para lograr un respiro al
caer el día. Según las encuestas, sus hijos pasan delante de la tele 21 horas
semanales, nosotros nos ocupamos de ellos 30 a la semana. Pero no está aquí el problema,
dado que los valores de Tele5 y los nuestros son obviamente los mismos. Dando
por perdida desgraciadamente la guerra de los medios, nuestra soledad es cada
vez mayor porque con frecuencia tampoco contamos con el apoyo de las familias.
Ya, ya sé que no es su caso, pero cada día tenemos más alumnos con malas notas,
pero con móvil, con “Play-station”, con Nike, con una moto por aprobar ¡2
asignaturas! Uno de ellos era Alipio. Imaginen la escena: un instituto en la
cuenca minera asturiana, hace unos cursos, una criatura que, después de las
clases, se paseaba en moto patio arriba, patio abajo, desesperando al jefe de
estudios. “Alipio, que no entres en moto”, “Alipio, que vas a pillar a los chicos
que juegan en las canchas...”. Trabajaba una tarde todavía en su despacho el
jefe de estudios cuando vio entrar como una bala a Alipio por la puerta abierta
y pensó “esta vez te vas a enterar”. De la que salía a cerrar la puerta de la
verja, vio entrar a otra moto a toda pastilla. Cerró la puerta para pillar a
los dos energúmenos y, cuando se acercó a abroncarlos, ¿a quién creen que se
encontró? ¡Al padre de Alipio que le perseguía con otra moto entre medias de
los críos que jugaban en el patio! Esto pasó hace tiempo, pero, sin argumento
posible, hoy el jefe de estudios habría dicho eso de “¡hombre, un poquito de
por favor!”.
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